Hoy deseo compartir con ustedes mis aventuras y travesuras realizadas al lado de mi padre, Don Jorge Sánchez Granda más conocido como NIKY.
Él es un hombre jovial, bohemio, de tez oscura, cabellos zambos de color plata, él es mí zorro de plata.
Éste
es un homenaje a él, como el gran amigo y Padre que es, así, a través de él
hago extensivo mi cariño y reconocimiento a todos los padres de mi Perú.
Mis
historias con él iniciaron desde mi nacimiento, mi mamita me contaba que al
nacer parecía un gatito, por ser seis mesina, y que mi mamá tenía mucho miedo
de mi persona, por ello mi mamita, mi papá Catalino que es mi abuelo y mi papá
fueron las tres personas incubadoras de mi vida.
Cuando
yo ya había alcanzado peso y madurez en la caja de zapatos forrada con algodón
y franela, mi papá me paso a mi cuna, el primer gran mundo para mí, porque me
imagino pequeña como un gato en una cuna enorme. Me cuentan que mis primeros
doce meses los pase entre médicos, y mi cuna, pero como decía mi mamita cuando
estaba sana era una pata de Judas, bueno hasta hoy lo soy, así mi papá me
enseño a caminar, hablar, comer, volar cometas, jugar trompo, patear la pelota,
pintar con brocha gorda, etc.
Con
el dinero ganado para la casa y nuestros viajes a Sullana donde vivía mis
abuelos paternos mi papá Manuel y mi abuela Migila (Hermenegilda), mi tío
Camisola (Camilo), en uno de esos viajes ya yo tendría 4 años habíamos llegado
a Sullana y después de saludar a mis abuelos nos fuimos donde mi tío Camisola
él vivía en una parte baja y mis abuelitos arriba de la calle que llevaba al
mercado central de Sullana, una calle empinada, mi tía Chepita esposa de
Camisola me daba siempre natillas con queso, así que después del saludo y de
comer, volvíamos donde mis abuelos en la calle Piérola, no era más que dos o
tres cuadras, ese día me cuenta mi papá que él me llevaba corriendo la subida
con un tititititi, pero mis pasos tal vez no eran muy seguros o hubo algo que
me hizo tropezar, me caí y mi papá presuroso me levanto diciéndome: “ay mamita
que te caes”, y yo en mi inocencia le contesté: ¡¡“tú cojudo que tititi”!!,
dice mi padre que me tomo presuroso porque los vecinos reían y decían ve la
ñatita lo que le dice al zambo. Esa una de las historias que mi padre siempre
me cuenta con orgullo y con una sonrisa en el rostro.
Yo
recuerdo las cuando íbamos al campo La Acholao a volar cometas que él me
preparada de caña, papel cometa, piola, me gustaba que me hiciera los Moscones,
son cometas grandes, rectangulares, con zumbadores para simular el sonido del
moscón, iba con él y otros niños de mi calle, él siempre me decía: “para que tu
cometa vuele majestuosamente debes dar y jalar del hilo, la vida es similar
hija, cuando crezcas también será cada día tu cometa”, hasta hoy creo yo que
llevó volando bien mi cometa.
Aparte
de estos juegos el que más disfrute era el Sábado día de chifa, era, ir a comer
a la calle 6 donde el Señor Nima, recuerdo que lo esperaba los Sábados lista en
la escalera de la casa con mi vestidos de bobitos, bordados, mis cabellos
amarrados por lazos de organza, ese día era yo la dama que salía a cenar, era
una damita tan pequeñita orgullosa de un padre que la tomaba de la mano y la
guiaba a su cena, siempre la misma mesa, siempre el mismo menú mi sopa wantán,
mi arroz chaufa y mi Watts, luego de cenar me llevaba al parque de la calle 8,
allí jugaba con él en el sube y baja, no podía ir a la resbaladora porque
llevaba vestido, por ello era un rato jugar y luego caminar en dirección a la
carretera que da a la salida de Talara a visitar a la animita, no sé de quién
era, hasta hoy se visita, íbamos comprando un paquete de velas en la tienda de
don Carrasco, un señor que yo le decía la Pulga porque era feo, de rostro, era chiquito,
sin ningún cabello en la cabeza y siempre vestía de marrón, pero la Pulga me
quería mucho, cada vez que llegaba a su tienda me regalaba un caramelo de
chicha morada, y me daba 2centavos para ponerle a la animita, no sé para qué le
pondrían dinero, si ya estaba muerto, pero yo cumplía con hacerlo. Terminado
ello volvíamos a casa ya para eso era noche, me cambiaba mi pijama y a dormir.
Así
transcurrió el tiempo en la calle 3 donde pase mis 12 primeros años, luego mi
mamá nos llevó a la casa que hoy ocupan en un AAHH José Abelardo Quiñonez R-4,
ahí sería un duro camino para mí, las cosas habían cambiado mucho, mi madre es
una mujer sombría, triste, de carácter fuerte, enérgica, era ella quien me
castigaba siempre por cada travesura que yo hacía; mi papá se enojaba y se
salía de la casa, a llorar en la esquina, él cree que yo nunca lo vi llorar
porque mi mamá me castigaba con el San Martín moreno que quita lo malo y entra
lo bueno, creo que en mi fue al revés, y era porque como todo adolescente no
tenía orden en mi dormitorio, a ella siempre le gusto cada cosa en su lugar, no
podía yo dejar un lápiz fuera de su cartuchera, si lo hacía todo mi cuarto era
traído abajo, ropa de los cajones de mi cómoda abajo, libros de mi biblioteca
abajo, zapatero abajo, y así, a mí retorno del colegio siempre la movida de una
cosa era encontrar que había explotado la bomba atómica en mi dormitorio, yo ya
no decía nada pero si lloraba de rabia, ¿porque decía, pero tan solo porque
deje esto fuera de su lugar?
Cuando
tocaba esos caos y mi papá estaba en casa porque ahí él ya trabajaba en la mar,
y era no verlo 15 días para verlo luego 7 días en casa, eran los 7 días más
maravillosos, porque cuando el caos se daba y mi mamá le exigía me corrija mi
papá acudía a mi dormitorio y me gritaba: ¡muchacha carajo que no puedes hacer
bien tus cosas, tu madre te habla y tú no entiendes, eres animal solo te gusta el
golpe, apúrate yo no voy a salir de acá hasta que este cuarto no quede como el
de una señorita que eres!.
Eso
lo decía de la boca para afuera, porque mientras tanto yo estaba tirada en mi
cama riéndome y él igual, pero era mi padre quien ordenaba las cosas que mi
mamá había tirado, para hacer mejor el engaño yo dejaba brotar algunas lágrimas
porque debía ir al patio interno a traer escoba, recogedor, cera, esponjas y
franela para sacudir, limpiar y pulir, a mi paso para el patio veía a mi mamá
en la cocina sentada realizando alguna labor, y con la mirada creo yo que decía
ya vez yo soy más que tú, pero no sabía que mi papito era quien me ayudaba a
poner en orden el desorden que ella me originaba, así también pasaba cuando me
enviaban a lavar platos, cosa que no me gustaba y hasta ahora no me gusta, me
sentaba a su lado contarle mis historia y cosas del colegio, y él en el
lavadero, con los trastes del almuerzo, todo eso y más pase con mi padre, eso
lo supo recién mi madre, hace pocos años, y le dijo: ¡¡por ello tus hijos no
son nada, porque tú jamás los corregiste!!, y como siempre mi padre callado,
pero yo sé lo que pensaba, a él jamás le gusto que mi madre nos golpeara, él
decía ella se los come y desea que yo haga lo mismo, pero más se consigue con
miel que con hiel.
Mi
padre es maravilloso y yo soy como él, orgullosa de ser cal y arena de la
vida diaria, gracias padre, gracias por ser quien eres, si Dios bajara y me
dijera qué cambiaría de ti, le diría que ni un cabello cano de ti cambiara, te
amo padre hasta más allá de la eternidad, eres mi ejemplo y orgullo, tus
consejos los tengo guardados en el corazón al lado de los de mi mamita.
Ireth
Isildr 14/06/12; 11:03 revisado por La Guadaniia