Tendría 5 años, empezaba la estación
primaveral, con la fiesta de San Lázaro, mi
mamita era la mayordoma de dicha fiesta donde íbamos todos,
y éramos muchos. Mis tíos, Santos
con su esposa Teodora, Rogelio con su esposa Paula, Julio con su esposa Vilma,
Teodoro, Paula y sus trece hijos, más familias, María, Cristina, Santos (esposo
de mi tía Cristina), mi papá, mi mamá, mis primos, Aracelly, Marjoury, Marita, Jorge, Paulo (el ojón), Rogelio (el
chino), Rosa, Daniel (cachito), llegábamos a la casa de mi mamita en Llicuar, que está en la plaza de armas al
costado de la parroquia de San Lazarito.
La familia que vive
en el pueblo de Llicuar, como
mi tía Balta y sus hijos ya tenían las cosas
avanzadas, habían
hecho los arreglos
florales, habían matado 3 carneros, y sí que eran carneros porque los cuernos
los tenían enroscados, y eran gordos, muy
gordos, y habían sido de color
blanco pardusco, creo
que nunca se habían bañado, porque se veían las motas en su lana.
En la casa de mi tía Carolina, había
dulces, como
manjar blanco, dulce de mango verde, dulce de guayaba, conserva de coco, de
guayaba, guanábanas, jalea de tamarindo, natillas, cocadas, gofios, acuñas,
todo una delicia, esa era la casa que más me gustaba y Carolina fue la tía que más
me quiso.
En la Casa de mi tía Benancia, ahí estaba todo lo salado, cabritos,
tamales, los insumos para preparar la sopa de novios, las ollas grandes de
acero fundido, con una de esas tapas del mismo material me
rompí la cabeza por andar jugando a los escudos ¡auch!, pero no importó porque
todo era una gran fiesta, la gente iba
y venía entre desgranar los choclos, quitar el hollejo a las habas (pallares),
limpiar el cabrito, las gallinas, los pavos, patos, ¡ufff ¡, yo pregunté: ¿toda esta comida para un día?,
mi mamita me respondió acá mi Patichita somos
campesinos unos tenemos tierras y de ellas vivimos, otros viven de ayudarnos,
de pastear al ganado, esta fiesta es para San Lázaro pero
la comida es para todos los de la comarca, yo no sabía que era comarca, pero con
el transcurrir de los años supe que es vivir en camaradería como una sola
familia.
Después de todos los
ajetreos de la llegada, es
decir, al
día siguiente, desperté con el cantar del gallo, con un ojo abierto y el otro
cerrado, rezongando porque era aún de noche, pero faltaba mucho por hacer,
ir a la plaza a colgar las cadenetas, las banderillas que mi papá, Katty,
Amelia, Carmelo y Yo habíamos hecho, mi mamá me bañó, me puse un vestido blanco muy lindo y
que aún tengo
en la retina de mis ojos, tenía en
el pecho con un nido de abejas, bordado con pequeñas flores, de colores muy
bajitos, llevaba un cinturón ancho, sus botones eran perlados, mis medias
blancas de bobitos, mis lazos de organza y mis zapatos de charol, esos no
me gustaban, y tampoco
cuando me llamaban Margarita
Patricia, pues solo me llamaban así para
castigarme o sentenciarme, hijita hoy vamos a tener muchas cosas que hacer tú
no te alejes de la casa, ni de tus primas, ellas son de acá y conocen el sitio, así
que no te vayas a ir a otro lado porque tú ya sabes acá no te hago nada pero
llegando a la casa ya sabes tú, la misma sentencia de siempre, pero yo me las
arreglaba para hacer mis travesuras, para mí no había sentencias
previas, primero uno debe pecar y de ahí viene el castigo. Así que con la sentencia
encima nos fuimos a misa, a la
procesión, la quema de camaretas, el baile de San Lázaro, la entrega de ofrendas. Yo le regale un perro negro para que me
cuide siempre, y sí que lo hace porque hasta
hoy es mi guardián, ya
que siempre
ante el peligro escucho ladrar un perro y digo es el perrito de San Lázaro, “acógeme en tu cayado”.
Llegó la fiesta, las
mesas todas tenían manteles
blancos de lino, yo me preguntaba pero por qué solo
en una mesa están las
viandas que vi en las casas de mis tíos, pero resulta que allí no
estaba toda esa comida, mientras me preguntaba y miraba dicha mesa, llegaba en
una camioneta azul toda una tribu de gente, era mi tía Santos la esposa de mi
tío Julio Panta con sus trece hijos, unos mayores a mí, otros de mi edad, y
otros menores, mi mamita la reñía porque perdió la misa y la procesión, mi tía
Santitos le decía: comadrita
no encontraba carro me traiga paca, ay comadrita ahí le traigo la chicha que
ofrecí a San Lazaro, mi mamita con una mano en la cintura y
la otra en movimiento llamaba a mi papá: Jorge, ven
ayúdame zambito, -ya Laurita ahí vamos- contestó mi papi, se bajaron 40 latas de chicha de jora,
15 cajas de cerveza, yo decía: ay San Lazaro eres
más borrachín porque permites
que tus hijos tomen.
Unas risas me
sacaron de mi charla con San Lazaro, vi a mi papi con mi tío Santos Pozo
corriendo, no entendía que pasaba, así que corrí al
lado de mi mamita le tire del vestido suavemente y le dije: mita ¿por qué corre
mi papi con mi tío?, es que hija se sentaron en la mesa de
los ofrendários para
el próximo año, ¡¡¡aaaaaaaaaa!! Y ¿cómo
es eso?, esa mesa que tiene toda la comida, se
sentarán las 3 personas que el próximo año van a poner todo en la fiesta como
ahora yo con tus tías, a mita ósea si voy y me siento mi papá tendrá que hacer
la fiesta, -si Patichita-, pero mi mamá andaba por ahí y otra vez
la sentencia, -ni se te ocurra sentarte muchacha tu eres capaz-, mi tío Benito
le dijo rápidamente: -ay Eus deja
que San Lázaro la
quiere-.
Llegada la reserva
de aguas empezó la fiesta la banda con sus marineras, sus valses, sus polkas su cumbiamba, nadie cantaba
todo era solo sonidos, pero caramba que bien tocaban un caballo viejo, un San
Miguel de Piura, nosotros los niños éramos los que más nos divertíamos,
bailamos mucho, en eso las camaretas anunciaban a los 3 ofrenderos del
siguiente año, serían mi tío Ausberto, mi tía Mila y
el señor Pingo, todo era algarabía, porque ahora ya San Lazaro daba
permiso para comer, yo decía mi mamá mala que no me dejó sentar en esa mesa
para comerme ese pavo, yo solo quería la culera nada más, la recuerdo y se
decirles que se veía deliciosa.
Como San Lázaro nos dio
permiso para comer nos sentamos todos, a mí me toco compartir la mesa con unos
vecinos de mi mamita, les dicen los culos mochos, aún no sé por qué, pero así lo recuerdo,
al lado de mi mesa estaban mi
tío Santos Pozo, mi Papá, mi tío Julio Pozo, mi tía Santos y su esposo mi tío
Julio Panta, yo desde mi mesa,
estaba con
la oreja parada
para escuchar “al burro hablar”.
Se entabló una charla por el trabajo del
hijo mayor de mi tío Julio Panta, que se
llama Romualdo, él
ya había salido del servicio militar, y no pensaba volver
a la chacra.
Para ese entonces mi tío
Santos Pozo era unos de los dirigentes potenciales de Talara, y mi tía Santitos
le dice: ay Primito ¿no podrá usted por ahí conseguírmele algo
a este muchacho que ya sirvió, pero no
quiere volver a la chacra?, Mi tío Santos con una sonrisa en los
labios le dijo: a
ver Santitos ¿y que sabe
hacer tu Romualdo? ay primito aparte de agarrar la lampa,
poner la semilla, llevarle
el fiambre al Julio, y arrear las mulas, lo que aprendido en el ejército es sólo a fumar, mi tío Santos le
dijo: entonces ¿cómo va a trabajar si no sabe
hacer nada?,
a lo que mi tía Santitos muy presurosa respondió: ay
primito no importa “aunque sea de Gerente” consíguemele trabajo; como siempre
yo con las orejas paradas metí mi cuchara y
dije que
para ser Gerente no se estudia. Caramba ahora entiendo porque le Perú vive
mal, si no nos educamos y una recomendación basta estamos bien jodidos, en el
bullicio que existía, creo que San Lazaro daba a través mío una
lección porque todo Llicuar escuchó mi
voz, hasta la banda hizo un redoble por lo dicho, mi tío Benito corrió a abrazarme
y darme un palmazo para que las risas de todos no me ojearan, pero mi mamá ya
me había puesto el ojo, mi mamita abrazando a mi mamá le dijo: a esta
chivo de pampilla nadie la cambiara, y ahí nada más vino la canción que hasta
hoy me encanta ¡“ELToro Mata”!Ireth Isildr; 6/6/12,20:05 - corregido por La Guadaniia.