15 jun 2012

Mi cómplice, mi amigo mi Padre




Hoy deseo compartir con ustedes mis aventuras y travesuras realizadas al lado de mi padre, Don Jorge Sánchez Granda más conocido como NIKY.
Él es un hombre jovial, bohemio, de tez oscura, cabellos zambos de color plata,  él es mí zorro de plata.
Éste es un homenaje a él, como el gran amigo y Padre que es, así, a través de él hago extensivo mi cariño y reconocimiento a todos los padres de mi Perú.
Mis historias con él iniciaron desde mi nacimiento, mi mamita me contaba que al nacer parecía un gatito, por ser seis mesina, y que mi mamá tenía mucho miedo de mi persona, por ello mi mamita, mi papá Catalino que es mi abuelo y mi papá fueron las tres personas incubadoras de mi vida.
Cuando yo ya había alcanzado peso y madurez en la caja de zapatos forrada con algodón y franela, mi papá me paso a mi cuna, el primer gran mundo para mí, porque me imagino pequeña como un gato en una cuna enorme. Me cuentan que mis primeros doce meses los pase entre médicos, y mi cuna, pero como decía mi mamita cuando estaba sana era una pata de Judas, bueno hasta hoy lo soy, así mi papá me enseño a caminar, hablar, comer, volar cometas, jugar trompo, patear la pelota, pintar con brocha gorda, etc.
Con el dinero ganado para la casa y nuestros viajes a Sullana donde vivía mis abuelos paternos mi papá Manuel y mi abuela Migila (Hermenegilda), mi tío Camisola (Camilo), en uno de esos viajes ya yo tendría 4 años habíamos llegado a Sullana y después de saludar a mis abuelos nos fuimos donde mi tío Camisola él vivía en una parte baja y mis abuelitos arriba de la calle que llevaba al mercado central de Sullana, una calle empinada, mi tía Chepita esposa de Camisola me daba siempre natillas con queso, así que después del saludo y de comer, volvíamos donde mis abuelos en la calle Piérola, no era más que dos o tres cuadras, ese día me cuenta mi papá que él me llevaba corriendo la subida con un tititititi, pero mis pasos tal vez no eran muy seguros o hubo algo que me hizo tropezar, me caí y mi papá presuroso me levanto diciéndome: “ay mamita que te caes”, y yo en mi inocencia le contesté: ¡¡“tú cojudo que tititi”!!, dice mi padre que me tomo presuroso porque los vecinos reían y decían ve la ñatita lo que le dice al zambo. Esa una de las historias que mi padre siempre me cuenta con orgullo y con una sonrisa en el rostro.
Yo recuerdo las cuando íbamos al campo La Acholao a volar cometas que él me preparada de caña, papel cometa, piola, me gustaba que me hiciera los Moscones, son cometas grandes, rectangulares, con zumbadores para simular el sonido del moscón, iba con él y otros niños de mi calle, él siempre me decía: “para que tu cometa vuele majestuosamente debes dar y jalar del hilo, la vida es similar hija, cuando crezcas también será cada día tu cometa”, hasta hoy creo yo que llevó volando bien mi cometa.
Aparte de estos juegos el que más disfrute era el Sábado día de chifa, era, ir a comer a la calle 6 donde el Señor Nima, recuerdo que lo esperaba los Sábados lista en la escalera de la casa con mi vestidos de bobitos, bordados, mis cabellos amarrados por lazos de organza, ese día era yo la dama que salía a cenar, era una damita tan pequeñita orgullosa de un padre que la tomaba de la mano y la guiaba a su cena, siempre la misma mesa, siempre el mismo menú mi sopa wantán, mi arroz chaufa y mi Watts, luego de cenar me llevaba al parque de la calle 8, allí jugaba con él en el sube y baja, no podía ir a la resbaladora porque llevaba vestido, por ello era un rato jugar y luego caminar en dirección a la carretera que da a la salida de Talara a visitar a la animita, no sé de quién era, hasta hoy se visita, íbamos comprando un paquete de velas en la tienda de don Carrasco, un señor que yo le decía la Pulga porque era feo, de rostro, era chiquito, sin ningún cabello en la cabeza y siempre vestía de marrón, pero la Pulga me quería mucho, cada vez que llegaba a su tienda me regalaba un caramelo de chicha morada, y me daba 2centavos para ponerle a la animita, no sé para qué le pondrían dinero, si ya estaba muerto, pero yo cumplía con hacerlo. Terminado ello volvíamos a casa ya para eso era noche, me cambiaba mi pijama y a dormir.
Así transcurrió el tiempo en la calle 3 donde pase mis 12 primeros años, luego mi mamá nos llevó a la casa que hoy ocupan en un AAHH José Abelardo Quiñonez R-4, ahí sería un duro camino para mí, las cosas habían cambiado mucho, mi madre es una mujer sombría, triste, de carácter fuerte, enérgica, era ella quien me castigaba siempre por cada travesura que yo hacía; mi papá se enojaba y se salía de la casa, a llorar en la esquina, él cree que yo nunca lo vi llorar porque mi mamá me castigaba con el San Martín moreno que quita lo malo y entra lo bueno, creo que en mi fue al revés, y era porque como todo adolescente no tenía orden en mi dormitorio, a ella siempre le gusto cada cosa en su lugar, no podía yo dejar un lápiz fuera de su cartuchera, si lo hacía todo mi cuarto era traído abajo, ropa de los cajones de mi cómoda abajo, libros de mi biblioteca abajo, zapatero abajo, y así, a mí retorno del colegio siempre la movida de una cosa era encontrar que había explotado la bomba atómica en mi dormitorio, yo ya no decía nada pero si lloraba de rabia, ¿porque decía, pero tan solo porque deje esto fuera de su lugar?
Cuando tocaba esos caos y mi papá estaba en casa porque ahí él ya trabajaba en la mar, y era no verlo 15 días para verlo luego 7 días en casa, eran los 7 días más maravillosos, porque cuando el caos se daba y mi mamá le exigía me corrija mi papá acudía a mi dormitorio y me gritaba: ¡muchacha carajo que no puedes hacer bien tus cosas, tu madre te habla y tú no entiendes, eres animal solo te gusta el golpe, apúrate yo no voy a salir de acá hasta que este cuarto no quede como el de una señorita que eres!.
Eso lo decía de la boca para afuera, porque mientras tanto yo estaba tirada en mi cama riéndome y él igual, pero era mi padre quien ordenaba las cosas que mi mamá había tirado, para hacer mejor el engaño yo dejaba brotar algunas lágrimas porque debía ir al patio interno a traer escoba, recogedor, cera, esponjas y franela para sacudir, limpiar y pulir, a mi paso para el patio veía a mi mamá en la cocina sentada realizando alguna labor, y con la mirada creo yo que decía ya vez yo soy más que tú, pero no sabía que mi papito era quien me ayudaba a poner en orden el desorden que ella me originaba, así también pasaba cuando me enviaban a lavar platos, cosa que no me gustaba y hasta ahora no me gusta, me sentaba a su lado contarle mis historia y cosas del colegio, y él en el lavadero, con los trastes del almuerzo, todo eso y más pase con mi padre, eso lo supo recién mi madre, hace pocos años, y le dijo: ¡¡por ello tus hijos no son nada, porque tú jamás los corregiste!!, y como siempre mi padre callado, pero yo sé lo que pensaba, a él jamás le gusto que mi madre nos golpeara, él decía ella se los come y desea que yo haga lo mismo, pero más se consigue con miel que con hiel.
Mi padre es maravilloso y yo soy como él, orgullosa de ser cal y arena de la vida diaria, gracias padre, gracias por ser quien eres, si Dios bajara y me dijera qué cambiaría de ti, le diría que ni un cabello cano de ti cambiara, te amo padre hasta más allá de la eternidad, eres mi ejemplo y orgullo, tus consejos los tengo guardados en el corazón al lado de los de mi mamita.
Ireth Isildr 14/06/12; 11:03 revisado por La Guadaniia

7 jun 2012

Aunque sea de Gerente




Tendría 5 años, empezaba la estación primaveral, con la fiesta de San Lázaro, mi mamita era la mayordoma de dicha fiesta donde íbamos  todos, y éramos muchos. Mis tíos, Santos con su esposa Teodora, Rogelio con su esposa Paula, Julio con su esposa Vilma, Teodoro, Paula y sus trece hijos, más familias, María, Cristina, Santos (esposo de mi tía Cristina), mi papá, mi mamá, mis primos, Aracelly, Marjoury, Marita, Jorge, Paulo (el ojón), Rogelio (el chino), Rosa, Daniel (cachito), llegábamos a la casa de mi mamita en Llicuar, que está en la plaza de armas al costado de la parroquia de San Lazarito. 
La familia que vive en el pueblo de Llicuar, como mi tía Balta y sus hijos ya tenían las cosas avanzadas, habían hecho los arreglos florales, habían matado 3 carneros, y sí que eran carneros porque los cuernos los tenían enroscados, y eran gordos, muy gordos, y habían sido de color blanco pardusco, creo que nunca se habían bañado, porque se veían las motas en su lana. 
En la casa de mi tía Carolina, había dulces, como manjar blanco, dulce de mango verde, dulce de guayaba, conserva de coco, de guayaba, guanábanas, jalea de tamarindo, natillas, cocadas, gofios, acuñas, todo una delicia, esa era la casa que más me gustaba y Carolina fue la tía que más me quiso. 
En la Casa de mi tía Benancia, ahí estaba todo lo salado, cabritos, tamales, los insumos para preparar la sopa de novios, las ollas grandes de acero fundido, con una de esas tapas del mismo material me rompí la cabeza por andar jugando a los escudos ¡auch!, pero no importó porque todo era una gran fiesta, la gente iba y venía entre desgranar los choclos, quitar el hollejo a las habas (pallares), limpiar el cabrito, las gallinas, los pavos, patos, ¡ufff ¡, yo pregunté: ¿toda esta comida para un día?, mi mamita me respondió acá mi Patichita somos campesinos unos tenemos tierras y de ellas vivimos, otros viven de ayudarnos, de pastear al ganado, esta fiesta es para San Lázaro pero la comida es para todos los de la comarca, yo no sabía que era comarca, pero con el transcurrir de los años supe que es vivir en camaradería como una sola familia. 
Después de todos los ajetreos de la llegada, es decir,  al día siguiente, desperté con el cantar del gallo, con un ojo abierto y el otro cerrado, rezongando porque era aún de noche, pero faltaba mucho por hacer, ir a la plaza a colgar las cadenetas, las banderillas que mi papá, Katty, Amelia, Carmelo y Yo habíamos hecho, mi mamá me bañó, me puse un vestido blanco muy lindo y que aún tengo en la retina de mis ojos, tenía en el pecho con un nido de abejas, bordado con pequeñas flores, de colores muy bajitos, llevaba un cinturón ancho, sus botones eran perlados, mis medias blancas de bobitos, mis lazos de organza y mis zapatos de charol, esos  no me gustaban, y tampoco cuando me llamaban Margarita Patricia, pues solo me llamaban así para castigarme o sentenciarme, hijita hoy vamos a tener muchas cosas que hacer tú no te alejes de la casa, ni de tus primas, ellas son de acá y conocen el sitio, así que no te vayas a ir a otro lado porque tú ya sabes acá no te hago nada pero llegando a la casa ya sabes tú, la misma sentencia de siempre, pero yo me las arreglaba para hacer mis travesuras, para mí no había sentencias previas, primero uno debe pecar y de ahí viene el castigo. Así que con la sentencia encima nos fuimos a misa, a la procesión, la quema de camaretas, el baile de San Lázaro, la entrega de ofrendas. Yo le regale un perro negro para que me cuide siempre, y sí que lo hace porque hasta hoy es mi guardián, ya que siempre ante el peligro escucho ladrar un perro y digo es el perrito de San Lázaro, “acógeme en tu cayado”.  
Llegó la fiesta, las mesas todas tenían manteles blancos de lino, yo me preguntaba pero por qué solo en una mesa están las viandas que vi en las casas de mis tíos, pero resulta que allí no estaba toda esa comida, mientras me preguntaba y miraba dicha mesa, llegaba en una camioneta azul toda una tribu de gente, era mi tía Santos la esposa de mi tío Julio Panta con sus trece hijos, unos mayores a mí, otros de mi edad, y otros menores, mi mamita la reñía porque perdió la misa y la procesión, mi tía Santitos le decía: comadrita no encontraba carro me traiga paca, ay comadrita ahí le traigo la chicha que ofrecí a San Lazaro, mi mamita con una mano en la cintura y la otra en movimiento llamaba a mi papá: Jorge, ven ayúdame zambito, -ya Laurita ahí vamos- contestó mi papi, se bajaron 40 latas de chicha de jora, 15 cajas de cerveza, yo decía: ay San Lazaro eres más borrachín porque permites que tus hijos tomen.  
Unas risas me sacaron de mi charla con San Lazaro, vi a mi papi con mi tío Santos Pozo corriendo, no entendía que pasaba, así que corrí al lado de mi mamita le tire del vestido suavemente y le dijemita ¿por qué corre mi papi con mi tío?, es que hija se sentaron en la mesa de los ofrendários para el próximo año, ¡¡¡aaaaaaaaaa!! Y ¿cómo es eso?, esa mesa que tiene toda la comida, se sentarán las 3 personas que el próximo año van a poner todo en la fiesta como ahora yo con tus tías, a mita ósea si voy y me siento mi papá tendrá que hacer la fiesta, -si Patichita-, pero mi mamá andaba por ahí y otra vez la sentencia, -ni se te ocurra sentarte muchacha tu eres capaz-, mi tío Benito le dijo rápidamente: -ay Eus deja que San Lázaro la quiere-. 
Llegada la reserva de aguas empezó la fiesta la banda con sus marineras, sus valses, sus polkas su cumbiamba, nadie cantaba todo era solo sonidos, pero caramba que bien tocaban un caballo viejo, un San Miguel de Piura, nosotros los niños éramos los que más nos divertíamos, bailamos mucho, en eso las camaretas anunciaban a los 3 ofrenderos del siguiente año, serían mi tío Ausberto, mi tía Mila y el señor Pingo, todo era algarabía, porque ahora ya San Lazaro daba permiso para comer, yo decía mi mamá mala que no me dejó sentar en esa mesa para comerme ese pavo, yo solo quería la culera nada más, la recuerdo y se decirles que se veía deliciosa. 
Como San Lázaro nos dio permiso para comer nos sentamos todos, a mí me toco compartir la mesa con unos vecinos de mi mamita, les dicen los culos mochos, aún no sé por qué, pero así lo recuerdo, al lado de mi mesa estaban mi tío Santos Pozo, mi Papá, mi tío Julio Pozo, mi tía Santos y su esposo mi tío Julio Panta, yo desde mi mesa, estaba con la oreja parada para escuchar al burro hablar”. 
Se entabló una charla por el trabajo del hijo mayor de mi tío Julio Panta, que se llama Romualdo, él ya había salido del servicio militar, y no pensaba volver a la chacra. 
Para ese entonces mi tío Santos Pozo era unos de los dirigentes potenciales de Talara, y mi tía Santitos le dice: ay Primito ¿no podrá usted por ahí conseguírmele algo a este muchacho que ya sirvió, pero no quiere volver a la chacra?, Mi tío Santos con una sonrisa en los labios le dijo: a ver Santitos ¿y que sabe hacer tu Romualdo? ay primito aparte de agarrar la lampa, poner la semilla, llevarle el fiambre al Julio, y arrear las mulas, lo que aprendido en el ejército es sólo a fumar, mi tío Santos le dijo: entonces ¿cómo va a trabajar si no sabe hacer nada?, a lo que mi tía Santitos muy presurosa respondió: ay primito no importa “aunque sea de Gerente” consíguemele trabajo; como siempre yo con las orejas paradas metí mi cuchara y dije que para ser Gerente no se estudia. Caramba ahora entiendo porque le Perú vive mal, si no nos educamos y una recomendación basta estamos bien jodidos, en el bullicio que existía, creo que San Lazaro daba a través mío una lección porque todo Llicuar escuchó mi voz, hasta la banda hizo un redoble por lo dicho, mi tío Benito corrió a abrazarme y darme un palmazo para que las risas de todos no me ojearan, pero mi mamá ya me había puesto el ojo, mi mamita abrazando a mi mamá le dijo: a esta chivo de pampilla nadie la cambiara, y ahí nada más vino la canción que hasta hoy me encanta ¡“ELToro Mata!
Ireth Isildr; 6/6/12,20:05 - corregido por La Guadaniia.