Hoy recuerdo a cada uno de mis maestros,
que en el transcurso de tomar conocimiento, formaron mi espíritu de analizar,
de investigar, de leer; pero especialmente recuerdo a los primeros, mis padres:
don Jorge Sánchez y doña Eusebia Espinoza.
Para estas fechas, desde el jardín, aprendí una
copla que me enseñara mi maestra Pilar; ella tenia una auxiliar Clara; fueron
las dos primeras personas que sembraron conocimientos en mi; luego vendría mi
maestro Raúl Moscol Frías, a quien desde la transición (hoy primer grado) me
hizo declamar:
Ya se leer!
Que alegría
que gran placer,
viva la vida, ya se leer
soy pequeñita pero aprendí
en poco tiempo todo este bien.
Que Dios bendiga a mi maestro,
para que siga sembrando el bien,
que por la vida siempre hallará
niños que anhelan...
¡SABER LEER!
Hoy creo que ahí fue el inicio de mi vida,
en la preocupación de la educación, en ser parte del apoyo para enseñar a otros
a leer, aunque mi vocación estaba muy lejos de ser educadora. Hasta hoy
mantengo el criterio de que los maestros son los seres que pueden emular a
Cristo, puesto que van dejando su amor y semillas en cada niño que tienen a su
cargo. Los hay buenos y otros malos, pero como suele decirse: de todo
encontramos en esta viña.
Pasó tan rápido mi educación primaria con dos
maestros: uno de poco tiempo, porque recuerdo una larga lucha del SUTEP, donde
por castigo cambiaron a los maestros, y me toco el maestro Oviedo. Pensé que me
libraría de los recitales, pero no fue así;
más si cambio para ese año la poesía y fue:
Al Maestro!
Mi madre me da la vida,
mi padre da el sustento,
y el maestro de la escuela,
cultiva mi entendimiento.
A mi maestro querido,
que me da su ciencia,
su cariño y su cuidado,
con infinita paciencia.
Le ofrezco mi gratitud
y mi cariño sin cuento,
porque llena de belleza,
a mi pobre conocimiento.
Esta bella etapa en la educación inicial y
primaria, cinco maestros que no he de olvidar, Pilar, Clara, Raúl, Oviedo,
Segundo Preciado, este maestro fue el de educación psicomotriz, con él aprendí
box, fútbol, básquet, a correr, aprendí que del deber nace el derecho, que
jamás el derecho se pide de rodillas, siempre de pie y con dignidad, pero con
razón; muchos te dirán cosas pero tú, siempre de pie; si te equivocas hay que
reconocerlo, pero eso no significa bajar la cabeza ni arrodillarte, la lucha
solo se da cuando el dialogo se haya agotado en todos los campos, y esa lección
fue porque le di un gancho zurdo a un compañero que era abusivo con nosotros
sus compañeros de clases, hoy es mi gran amigo y está en Talara.
Así llegó la secundaria, algo distinto ver
entrar en un mismo día a varias profesoras, unas monjas y otras seglares, sí
llegue al en ese entonces era el único colegio de mujeres “La Inmaculada”,
recuerdo a mis tutoras, Manuela Hidalgo, Alicia Lazo, Grecia Fernández, Irene
Alvarado; el curso que me diera y da hasta hoy dolores de cabeza, creo que
nunca aprenderé a escribir correctamente ahí fue que tuve a mi profesora de la
que tome el nombre de Ireth Isildr una española que tengo grabada su imagen
delgada, cabellos claros bien peinados la señora Amparo, mis profesoras de
Lenguaje Haydee, Olga, Elvira, las profesoras de matemáticas, concursos ganados y hoy se me es difícil
multiplicar un número de cinco cifras, sí ellas supieran esto sin dudarlo me enviarían
al castigo por tal afrenta a los números, Genoveva, María Rivera, acá
nuevamente Irene Alvarado le llamábamos “la Ronca”, mujer de rectitud, que si
hablábamos en su clase, nos lanzaba una pequeña tiza que nos caía en el rostro,
era tal su puntería; ella me apodo La Mariposa, porque yo no podía estar quieta
en el aula, cosa que si hacía en educación física con mis maestras Balvina,
Amanda, Violeta; recuerdo los retos en
este curso, ¡horror! era fatal hacer ejercicio, sudar, tener sed, debido a ello
hoy soy sedentaria. Mis maestras de labores, Norka Mogollón, con ella
aprendí a coser, renegaba conmigo por
mis hilos largos para evitar estar cortando, me decía: Margarita, tú y tus
hilos del diablo; Temoche (la Peloncita) me enseño a llevar la contabilidad,
taquigrafía, mecanografía, a manejar el teclado de la maquina, tapando todos
los tipos de esta, sin ver realizábamos cartas, oficios, hoy todo eso me sirve
en mi desempeño como ama de casa. Luego tuve a la profesora Artemisa, quien me
enseño a cocinar; hasta hoy tengo la costumbre de preparar el dulce de nombre
Tocino. Con Blanca Sánchez aprendí a pintar en tela, en vidrió, en madera,
sembrar un hermoso jardín y a danzar. En resumen, mis doce años de educación en
mi tierra natal, Talara, fue lo más hermoso que pude obtener en aquellas aulas
de madera de pino, de pisos altos pintadas de lindos colores, con sus jardines
hermosos, ordenados y limpios, aprendí valores nuevos y reforcé los que recibí
de mis padres en casa. Claro que recuerdo a mis maestras de Historia del Perú,
Historia Universal, Ciencias Naturales, Geografía, Geopolítica, Psicología, Lógica,
Educación por el Arte, Religión, Educación Cívica, el curso que jamás me gusto
Inglés a todas ustedes gracias por todo.
Hoy esta reseña va en honor a mis maestros,
de aquellos que tuvieron a bien llenar mi vida de conocimiento, de ciencia, fe,
trabajo y solidaridad.
¡FELIZ DÍA MAESTRO! pero para aquel que lo
ES, no a esos tantos que solo calientan el asiento!!!
Ireth Isildr, 06/07/12; 00:35 - revisado por El Observante