NACÍ Y CRECÍ en Talara-Piura, donde el VERANO el calor puede llegar a 40°grados, hay mosquitos, zancudos que te llevan de encuentro y ni te cuento el humo que se hace en las casas por matar a los zancudos y mosquitos.
Me crie donde la familia era el comienzo de todo. había dramas, peleas, risas, las malas situaciones se cortaban de raíz ...borrón y cuenta nueva.
Si te portabas mal te daban un palmazo, y/o tirón de orejas (o ambos, de acuerdo con la travesura), si eras de padres rectos, donde se amaba la disciplina te daban con el San Martin moreno que quita lo malo y entra lo bueno, los niños no discutían con sus padres, los padres eran la ley. Los primos eran tus hermanos y los compañeros de escuela tus primos y vecinos, los maestros eran modelos, eran los segundos padres; maestro, alumno y padres de familia eran un trípode fuerte en la instrucción de los niños; Y ¡ay del que les faltara el respeto!
Me enseñaron a saludar, a despedirme, a decir gracias, a ofrecer disculpas, y a pedir permiso y el lenguaje de los ojos era señal de que algo te ocurriría por meter la cuchara donde no te llamaban.
Salíamos a jugar a la calle todos; toda una aventura, nos subíamos a los árboles, jugábamos a las escondidas, a la matagente, ampay, rondas, tumbas latas, a ladrones y policías, al papá y la mamá, saltábamos la cuerda, rayuela, quemados, fútbol, íbamos a explorar, a la placita o al campo “La Acholado”. Podíamos caminar o andar en bicicleta de arriba abajo íbamos a casa de un amigo siempre.
¡Comíamos lo que nuestras madres cocinaban, PUNTO! Comimos pan con queso, pan con soledad, pan con camotes, pescado frito, plátanos asados, dulces hechos por mi mamita, café pasado, café con leche, huevo, frutas, dulce de guayaba.
Se nos enseñó el respeto y la humildad por los demás y por la propiedad ajena.
Como niño, no se hablaba si un adulto estaba hablando. Si alguien tuvo una pelea, fue una pelea de minutos, enseguida nos amigábamos, los niños no teníamos armas, y si había eran las pelotas de trapo, las cometas de colores con sus zumbadores, jugué con bolitas, carritos, no nos definía el sexo éramos todos iguales, no sabíamos del bulling, ni discriminación, ¡éramos doctores, maestros, comerciantes! ¡Cómo gozábamos!
Cuando llegaba la hora sin tener reloj corríamos a casa porque sabíamos que era hora de entrar. Nos encantó ir a la escuela porque teníamos amor, cariño y respeto por los maestros y teníamos la dicha de ver a nuestros amigos.
Miramos a nuestro alrededor, de la boca de nuestros ancianos escuchábamos historias y consejos, no les faltábamos el respeto porque sabíamos que eran seres humanos con experiencia de los cuales podíamos aprender, y si le faltáramos el respeto a algún adulto nos darían una reprimenda o hasta un cocacho.
Que rico bañarse en plena lluvia, o meter los pies en los charcos, eso era diversión y adrenalina pura.
Nos encantaba sentarnos en las esquinas a reírnos de nuestras travesuras.
Nos metíamos a la casa de nuestros vecinos y la mamá nos daba comida a todos, tiempos en que lo que hubiera se ajustaba para todos y nadie tomaba nada sin permiso y no se hacía tanto desorden porque siempre nos ponían a recoger conocíamos a todos los vecinos de la cuadra y todos nos echaban ojo
Como quisiera que pudiéramos volver a esos tiempos porque estamos perdiendo a nuestros niños en una sociedad sin respeto a la autoridad, la compasión, el compartir... DONDE ALGUNOS PADRES Y MADRES ENGENDRAN ODIOS PROPIOS EN SUS NIÑOS Y LOS ALIENTAN A SER ODIOSOS CON OTROS.
La humildad y sensibilidad por los demás ES ESCASA.
¡Nunca olvides de dónde viniste! Porque quien olvida de donde viene, pierde humildad y su horizonte.