Yo crecí entre la ciudad de
Talara y sus campos aledaños, la historia que hoy les narro es de cuando ya
tenía 15 años, y ocurrió en un lugar llamado “Mira Mar”.
A este pueblo, más conocido como
la “tierra de los molinos de viento” lo baña el río y es fácil cruzarlo a
bestia en época de baja; pero muy arriesgado, si se hace cuando el río esta
llenito.
Al terminar de cruzar el río de
Mira Mar encontramos el Pueblo Nuevo de Colán. Esa era la meta.
Un fin de semana, mi vecina Rosa,
que había llegado a vivir a Talara en el año 1983 por causa del fenómeno del
niño, había dejado la tierra de los molinos de viento, por una nueva ciudad,
donde no había chacras, ni olor a leña y menos un río.
Rosa, era una chica como toda la
gente de campo, muy temerosa, desconfiada y de sonrisa tenue. Ella llegó a
vivir con casi toda su familia al lado izquierdo de la casa de mis padres, yo tan
amiguera como siempre hice muy rápido migas con la familia y me sorprendí que
fueran tantos viviendo en una casa; sí, pues allí vivían: doña María (la mamá),
doña Teodorita (la hermana mayor), Santiago, Alberto, El diablo (Luis), Coco y
Larry, ellos eran el matrimonio que llevaban una bebe recién nacida de nombre
Jacky, Piñas (Napoleón), Alex, la negrita (Luisa de 4 años), Santos (de 6 años),
Felipe, Crecensia, Elena y Jorge (de 7 años); todos ellos, entraban en esa casa,
para mí eso era sorprendente porque en la casa de mis papas solo éramos 6
personas.
Aquella familia que hasta hoy son
mis vecinos, son los Villegas Coronado, naturales de Mira Mar, una bella tierra donde se siembra camotes,
choclos, lechugas, zanahorias, flores como el miragold, las margaritas, los claveles
criollos, la cebolla criolla y se crían aves, cerdos, chivos, y vemos muchos
burros.
Para mí todo esto no era novedad,
porque ya había tenido la oportunidad de vivir durante mis vacaciones en la
tierra de mi mamita, un poblado de nombre Llicuar, pero acá algo que me llamó
la atención, fue que la luz la daban por horas a todo el poblado, que creo que
cabía en las palmas de mis manos, habían pocas casas, todos se conocían y eran
amables, hasta el día de hoy, cuando ven a un foráneo para ellos es una
novedad, como les decía la luz eléctrica iba solo de 7 a 10 de la noche, porque
el petróleo no daba para más y el motor se recalentaba.
La familia Villegas tenía en Mira
Mar mucha más familia, estaba don JiaJia (don Ventura, papá de mi amiga), yo le
puse esa chapa porque cuando se reía su risa era como un jiajiajia, sus hijos
varones: Jorge, Idelso, el mudo (Sixto), Proctanio, y Felix. De sus hijas mujeres se habían
quedado Margarita, Olga, Trena y Flor. Todos ellos ya con familia, muy distintos a los
que habían emigrado a Talara.
Recuerdo que mi amiga Rosita me
dijo: ¿no deseas ir a los carnavales a Mira Mar?, es bonito, ¡vamos yo te
invitó!, eso era para mí la invitación a la aventura, pedí permiso a mis padres
quienes me lo dieron sin miramientos, porque como dicen hasta hoy, son una
familia ejemplar y responsables, así que llegó el día Jueves, el único día que
salía el bus de Talara para Mira Mar y fuimos a la parada a esperar que se
llene el bus, y partir a las 8 de la mañana, viajamos creo todo un día, no es
tan lejos pero en ese tiempo no había carretera como hoy.
Llegamos a Mira Mar,
completamente cansados por tanto samaqueo del bus "La Cumparcita", un
bus de nariz ñata, con rejillas en el techo que
parecían jaulas para los paquetes, enterrados por el camino que era
terroso, pero eso sí, yo feliz por la nueva aventura.
Desde que iba en el bus, la gente
saludaba a mi amiga Rosita y a su hermana mayor Teodora, la Ñora como le dicen,
yo la llamó mi Jaramillito (esa es otra historia) y su sobrinita La Negrita, y
a la Ñora le preguntaban por mí. La Ñora les decía: es la vecina de Talara, que
va a conocer nuestra tierra, yo hasta ahí me la imaginaba grande, con gente
yendo y viniendo a comprar al mercado, pero no era así, cuando el bus llegó a
su destino final, que era la Plaza de Armas, yo baje muy presurosa y oh maravilla,
las casas eran de adobe, de color rosado, verdes bajitos, cremas, azules, unas
lilas y otras marrones, un hermoso paisaje, que aún está retenido en mis
pupilas.
Mientras yo miraba asombrada la
gran belleza y calma de esa tierra, unos niños me sacaron de mi mundo, pensé
que era una banda de pilluelos, casi se me quita la ilusión pero no, eran los
sobrinos de la Ñora y de Rosita, con decirles que conté 18 niños, todos
varones, sin camisas, sin zapatos, con los pelos parados, pero recios, como los
cholos de mi tierra, así tal como somos. Rosita esbozó una sonrisa y me dijo: ¡tranquila
acá no roban!, jajajaja, me presentó de inmediato a sus vecinos que salieron a
recibirnos, yo era una especie de autoridad en Mira Mar ese día, hasta el Gobernador
salió a recibirme y darme la bienvenida, yo recuerdo que dije: pero yo no soy
persona importante, solo soy amiga de los Villegas, el señor Machare me dijo:
para nosotros nos es grato ver caras nuevas señorita, hoy queda usted invitada
para la elección de la señorita Carnaval de Mira Mar 85, ¡oh gracias!, le
respondí.
Ese día transcurrió en ir a las
chacras, charlar con los maestros de la escuela que quedaba justo al frente de
la casa de mi amiga, de la cual al final de ese año termine siendo Madrina de
toda la Promoción de Primaria, conociendo a sus amigos, y nunca falta un hombre que se la da de conquistador
jajaja, a pesar de mi edad yo era más chicuela y aun jugaba, así paso el día
Jueves de nuestra llegada.
El día Viernes, despertarse a las
5 de la mañana para ir a acompañar a don JiaJia a regar la chacra y ver la
siembra de camotes, nos pusimos kilos de repelente contra los zancudos, tomamos
un desayuno de huevos, pan de casa, leche fresca, café pasado, y unos camotes
fritos, ¡¡mmmm!! toda una delicia; ahora sí, las fuerzas estaban a mil para el
día, fuimos a la chacra que de paso no era tan lejos como me lo imaginaba, fue
un ir y venir de menos de una hora, así que volver a la casa era aburrirse,
pero todo estaba fríamente calculado, mi amiga me llevó al río a bañarnos, allí
conocí más jóvenes, como a Jorginio y a su primo Elmer, quienes me preguntaron
si yo sabía montar burro, claro que sí dije, mira me señalaron allá esta Pueblo
Nuevo, ¿quieres ir?. Yo mire a Rosita buscando su aprobación, ella preguntó: ¿no
nos demoramos verdad?, porque debemos regresar a almorzar, si no la Margaracha se
enoja, claro que no. Unos de sus amigos de Rosita, dijo: hagamos una carrera,
así el que pierde será el primero en salir a bailar hoy en el baile, yo no supe
por qué dijeron eso, si se supone que es un baile y que todos desean bailar,
pues no era así. bien dije y montamos los burros, yo tome uno de color gris y
marrón aun no era un burro burro, estaba dejando de ser pollino, y por lo mismo
tenia temor al río, yo iba tercera en esa loca carrera, y por no ser, la de
abrir el baile en la noche, tenía que ganar; recuerdo que a la cabeza iba el
enamorado de Elena, un tipo que no me cayó bien desde el momento en que lo vi,
su nombre tampoco lo recuerdo hoy; pero ello, me llenó de rabia y pica, así que
faltando poco, me corrí el riesgo de darle somero palazo al burro Horacio, esa
mañana lo había bautizado antes de montarlo, y aun así Horacio no caminaba,
solo me quedaba una cosa por hacer, porque ya con el palazo había llegado a
segundo lugar, y me faltaba poco para la orilla y alcanzar al tipo ese, así que
cogiéndome fuerte de Horacio, le di tremenda mordida a su oreja derecha, el
pobre Horacio de dolor salió más raudo que caballo de pura sangre en el
hipódromo de Monterrico, jajajaja gané,
gané.
El tipo ese, abriría el baile con
Elena, mientras yo celebraba; Jorginio, Elmer, Rosa, Elena y Camajara, me
gritaban, yo no entendía por qué, hasta que me calme y Camajara que era el
mayor de todos nosotros me dijo ay Patty Patty, acaso no sabes que el burro te hubiese
botado por lo que hiciste, eso no importa, la cosa es que gané, pero lo
chistoso fue retornar a Mira Mar, yo creo que los animales solo tienen algo
diferente de nosotros los seres humanos, ellos emiten ruidos, nosotros
hablamos, ni Horacio ni ninguno de los otros burros deseaba que yo los montara,
jajaja, así que tuve que ir de compañía en el burro que dirigía Camajara, iba
yo molesta rezongando al Horacio.
Llegamos a almorzar un rico
pescado con sus chilenos, y su agua de cebada, los vecinos le contaron a don
JiaJia, porque muchos de los que sembraban y regaban a orillas del río habían
visto la carrera, don JiaJia me dijo: ay
muchacha, tu sí que eres tremenda, mira que morderle la oreja al burro para
ganar, yo muy presta le dije, ese burro se llama Horacio, don JiaJiaJia.
Mi aventura duro toda una semana
entre bailes, comidas e invitaciones a las chacras, charlas con las
autoridades, ideas de innovar, etc. creo que desde siempre me gusto ver el
progreso de mi gente.
Hasta la próxima, este relato es
en honor a Don JiaJia (Ventura Villegas) que ya está en el cielo.
Ireth Isildr, 27/04/12, 20:41; editado por La Guadaña.