Hoy recordé una historia que escuche en mis años de juventud, mi mamita me la contó porque veía en mi, que siempre me quitaba lo que tenía para darle a los demás, sobre todo a muchos que siempre esperaban de mi sin necesitar, pero que se habían acostumbrado a recibir de gratis, y la recordé cuando hoy cuando vi que lo hecho por una persona estaba tirado a la basura, de inmediato me enoje mucho, pero a la vez llegó una voz que me recordó "Sólo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro trabajo, pues sólo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y sacrificio" Es un cuento que deberían leer los social confusos, caviares, y esos que predican igualdad sin respeto a los derechos de los demás, acá les comparto.
La historia dice que: Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la sombra de un frondoso árbol; se le miraba triste y meditando cabizbajo. Casi, casi a punto de soltar el llanto. Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida, quien al verlo en semejante situación, le pregunto ¿cuál era el motivo para estar en una situación tan desesperante?.
- Compadre, ¡La desconsiderada es mi mujer! Ella es la culpable de mi situación, esta noche la desaparezco; pero que se muere, se muere.
Mire compadre, usted sabe que somos muy pobres y en mi humilde rancho la única forma de acompañar los fréjoles es con un pedazo de carne que consigo en el monte cuando salgo de cacería.
Me voy con mi escopeta para el monte donde paso varios días de penurias, arriesgando mi vida con tantos peligros, como al esquivar víboras y animales salvajes, soportando la terrible comezón de los piquetes de mosquitos, garrapatas, aguantar el frío de las noches que cala mis huesos.
Luego por fin, si la suerte me alumbra puedo cazar un venado; pero ahí no termina mi trabajo, aun tengo que cargarlo a mis espaldas todo el largo camino de regreso al pueblo, luego subir la cuesta de la loma para llegar a mi casa, ya estando cerca sin llegar aun aparece mi esposa la cual cuchillo en mano de inmediato inicia a repartir el venado entre vecinos, familiares, conocidos y desconocidos.
Que una pierna para doña Juana, que la otra pierna para doña Teresa, que un brazuelo para el pobre de don Marcial, que el otro brazuelo para mi comadre Susana, que el lomito para mis compadres, que las costillas para mi mamá, que las entrañas para don Manuel y así en dos o tres días de nuevo sin nada que comer, y de nuevo el tonto de Pancho una vez más de cacería.
- ¡Pero ya me cansé y esta noche la desaparezco!
El compadre después de meditar un momento, le dio la solución: - Invita a tu mujer a cargar el venado.
- ¿Qué?.
- Sí lleve a la comadre Veronica de cacería, no le diga nada de las penurias que pasa para llevar el venado a casa, no le hable de los caminos empedrados, ni los mosquitos, menos de los peligros, ni del frío, en si no le cuente nada de nada.
Solo invítela a la cacería para que disfruten juntos de los bellos parajes, del esplendor de las estrellas que a usted lo cobijan por las noches, de los manantiales cristalinos de los que beberán agua y reflejaran románticamente sus imágenes, cuente como si usted se divirtiera en la caza del venado, que los verá caminar como si fueran bailarines de ballet; del dulce canto de los grillos y pájaros silvestres...en fin dele unas larga y otras cortas para que se anime en acompañarlo compadre Pancho.
El compadre Pancho siguió el consejo y por supuesto la convenció. Veronica muy entusiasmada fue con falda larga hasta los tobillos, que poco a poco se le desgarraba con las púas en el camino; la blusa le quedó toda dañada, los zapatos se le rompieron por las piedras y las espinas la hicieron sangrar. El cabello se le maltrató, le quedó tieso como estropajo, se le pegaron las garrapatas por todos lados, los mosquitos hicieron festín de ella, las manos se le llenaron de ampollas y llagas por el abrirse el paso entre el espeso monte y estuvo a punto de sufrir una mordida de una víbora.
Por fin, después de tantos martirios encontraron un venado, Pancho sigiloso se acerca a su presa, localiza el blanco y justo lo liquida al escurridizo animal, con gran agilidad en su disparo el venado cae muerto. Veronica su mujer no cabía en júbilo pensando en que su sufrimiento había terminado, pero no era así, faltaba lo mejor.
- Ahora mi amo, mi Veronica, mi reina, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se siente, le dijo Pancho. Él masticaba el sabor de su rabia, porque ahora ella sabría que es cargar el venado.
La mujer casi se desmaya ante la mirada asesina de Pancho su marido, pero ante la desesperación por regresar a su casa, ni para protestar tuvo aliento, cargó el venado en su espalda hasta su casa, casi muerta con las piernas temblando, jadeando y a punto de reventarse su corazón, llegó a su casa tiro el venado en la sala de su casa.
Sus hijos, vecinos, conocidos y desconocidos salieron a recibir a la pareja de cazadores y acostumbrados a la repartija, gritaron con alegría:
- ¡¡¡ Vamos a repartir el venado!!!
Veronica tirada aun en el piso, hizo un nuevo esfuerzo para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre, volteó a donde estaba la gente y tomando aliento hasta por las orejas, gritó:
¡¡¡ El que me toque el venado lo mato!!!
REFLEXIÓN
Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado".
Hoy muchos tienen riquezas, empresas, comodidades porque durante años cargaron muchos venados para llegar a donde están hoy, y muchos otros, como Veronica la del cuento, siempre esperan cual hienas a que llegue el familiar, el vecino, el amigo, el conocido, el desconocido con el venado a cuestas para caerle y desgarrar lo, sin importar el esfuerzo que les ha costado conseguirlo.
La experiencia adquirida con el paso de los años nos va ha enseñar que solo se valora aquello que se ha adquirido, como resultado de nuestro arduo trabajo, que sólo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor, lagrimas, sacrificio, y hasta penalidades, no codiciemos los bienes ajenos.
Ireth Isildr, 27/08/2015; 22:25